Falta de desarrollo y formación profesional.
Muchas veces, la falta de medios para seguir desarrollando las habilidades de nuestro personal, provoca un estancamiento que lleva a la desidia, programas de formación y reciclaje, no solo nos ayuda a mantener el negocio al día, sino que motiva a los empleados ya que aprenden y tienen la posibilidad de poner en practica cosas nuevas.
Miedo al fracaso.
¿Quién no ha tenido miedo alguna vez de no estar realizando bien su trabajo, o a sentido alguna vez que no era lo suficientemente bueno para el puesto? Este es un problema que un buen líder debería poder solventar ayudando y apoyando a la persona en cuestión a desarrollar sus habilidades y a extraer todo el potencial que hay dentro de nuestro personal. Estamos rodeados de diamantes en bruto, solo hay que saber pulirlos.
Mala comunicación.
Una mala comunicación entre compañeros, o entre mandos y subordinados, puede originar conflictos que a la larga pueden ser muy complicados de solucionar debido a que se van contaminando cada vez más, e incluso pueden llegar a afectar a terceras personas.
Tratar a todos por igual.
Aunque sería ideal que cada una de las personas que forman nuestro equipo tuvieran el mismo grado de dedicación y valía, esto es solo una utopía, y para ser justos y equitativos, hay que evaluar a nuestros empleados de manera individual, si no podríamos correr el riesgo de que nuestros mejores empleados se sientan infravalorados, mientras que los menos válidos disfruten de condiciones ventajosas desmerecidas.
Sueldo fijo sin bonificaciones.
Aunque hasta hace poco tiempo era habitual trabajar por un sueldo fijo, cada vez son más los hosteleros que premian a sus empleados con incentivos o bonos por objetivos cumplidos.
Cortar sus pasiones.
La condición laboral profesional en hostelería siempre ha sido el gran problema a resolver. Las jornadas suelen ser muy largas y físicamente demandantes. Debemos pensar en que nuestros empleados deben dedicar tiempo también a sus hobbies para poder llevar una vida equilibrada y que su estado mental no se vea alterado por el exceso de trabajo y la falta de distracciones.
Implementar jornadas flexibles.
Cualquier negocio de hostelería está sujeto a horarios de afluencia de sus clientes. A veces menos es más y hacer un estudio para identificar qué horarios son improductivos y acoplar las conclusiones al horario de nuestros trabajadores nos ayudará a optimizar sus jornadas laborales.
Reconocer los logros.
¿A quién no le gusta recibir una palmadita en a espalda de vez en cuando? Si solo le damos importancia a los errores cometidos por nuestro personal, pero no les damos la oportunidad de equivocarse, o les reprendemos cuando lo hacen, coartaremos sus deseos de probar y mejorar, mientras que aumentaremos sus miedos e inseguridades.
Trabajo aburrido.
La hostelería es un sector en el que pueden abundar las horas muertas, y en el que a veces se exige un comportamiento demasiado sobrio. No es cuestión de convertir el puesto de trabajo en un carnaval, pero no debemos de olvidar que trabajamos de cara al cliente, para ofrecerle una experiencia placentera y única. Con una sonrisa y buen humor, tenemos el 70% del trabajo ya hecho.
No preocuparse por la gente.
Siempre debemos de tener en cuenta que estamos trabajando con personas, y las personas tienen necesidades especiales. Si solo exigimos resultados, pero no nos preocupamos por el bienestar de nuestro personal, estamos abocados al fracaso. La época de la tiranía en el sector hace tiempo que se acabó.