La batalla de Karánsebes

O como liarla parda en pleno siglo XVIII

Los destilados son bebidas mágicas, no en vano, también se las conoce como Bebidas Espirituosas.

Desde algunos brebajes utilizados por las brujas, hasta tinturas elaboradas por los alquimistas de la época, las bebidas destiladas siempre han ocupado un lugar venerable en nuestras estanterías, se las ha guardado con recelo, debido a su escasez y valor, se las ha utilizado como símbolo de celebración y felicidad,  y aunque su uso ritual es bien conocido, no debemos olvidar que las bebidas alcohólicas también han ocupado una buena parte del Vademécum farmacéutico gracias a sus propiedades medicinales, atribuidas a los ingredientes que se utilizan en su elaboración.

Para los soldados de la época, el poseer entre sus víveres unos galones de aguardiente, les garantizaba el suministro de agua potable y de desinfectante para las heridas, además de ser la base con la que podían elaborar medicinas. Aunque quizás el uso preferido que le daban los soldados a las bebidas espirituosas, era el asociado a una buena cena y un poco de música. Así las noches se pasan mejor.

La batalla más absurda de todos los tiempos

La batalla de Karánsebes ha pasado a la historia como la que probablemente sea la más absurda de todos los tiempos. José II pasaría a la posteridad, por ser el único comandante en derrotar a su propio ejército.

Después de esta breve introducción da comienzo la historia que os he traído hoy.

Corría el año 1788, era finales de septiembre y el fresco ya comenzaba a mostrarse cerca de la ciudad fronteriza de Karánsebes (Rumania, actual). Y precisamente hacia allí se dirigía un batallón del ejercito austriaco, formado por 100.000 hombres armados hasta los dientes, liderados por el mismísimo emperador José II del Sacro Imperio Romano Germánico, los cuales pretendían acampar y hacer noche previo a una invasión contra los otomanos.

En aquellos años, los turcos y los austriacos no se llevaban nada bien, iban ya por su enésima guerra y no tenia pinta de que fueran a hacer las paces pronto.

El que el ejercito austriaco, estuviese en su mayoría compuesto por soldados procedentes de pueblos sometidos, como eran los serbios, italianos, croatas y húngaros; y que estos no hablaran casi nada de alemán, fue un punto clave para el transcurso de nuestra historia, así que volvamos a ella.

Los primeros en llegar a Karánsebes, fueron los Húsares, los cuales tenían la misión de ir de avanzadilla y limpiar el camino de posibles enemigos turcos.

Pero en lugar de soldados otomanos...

Pero en lugar de soldados otomanos, lo que se encontraron fue un grupo de gitanos que vendían aguardiente, gran calidad a muy buen precio.

Así que los Húsares, para hacer que la espera se les hiciese mas corta, compraron a los gitanos unos cuantos barriles de licor y empezaron a beber y cantar mientras llegaban los refuerzos.

Unas horas mas tarde, llego a Karánsebes un contingente de infantería que solicitó su correspondiente trago de aguardiente, sin embargo, los Húsares, ya un poco perjudicados, se negaron a compartir con ellos.

Comenzó entonces una pelea que desafortunadamente termino con un disparo al aire.

Este disparo fue el toque de salida para que se desencadenara una serie de calamidades con las que los Húsares nunca hubieran contado.

Sucedió que los Rumanos de la zona, escucharon el disparo y creyendo que lo había efectuado un francotirador turco, comenzaron a gritar:“ Turcii! Turcii! “ “Los Turcos”

Los Húsares, borrachos como cubas, salieron corriendo pensando que un ataque por parte de los turcos les había pillado por sorpresa.

En un intento por imponer el orden, los oficiales austriacos gritaron “Halt”, “Alto”, sin embargo, los soldados creyeron oír “Alá”, que era el grito de guerra de los otomanos y el caos se multiplico.

Coincidió entonces que llegaban otros grupos de tropas. Desde la lejanía, un oficial de caballería, vio a los húsares dando vueltas sin sentido alrededor del campamento. Él, lo interpreto, sin lugar a ninguna duda como un ataque de los otomanos.

Así que, sable en mano, ordenó una carga sobre el campamento sobre lo que creía el enemigo.

Al mismo tiempo, la carga de la caballería fue vista desde otro punto por un cuerpo de soldados de artillería, los cuales no dudaron ni un segundo en disparar contra los jinetes, creyéndolos la caballería turca.

Ya enloquecidos, todos disparaban a lo que se movía, creyendo que los turcos estaban por todas partes. Así hora tras hora hasta que fueron decidiendo que era hora de emprender la huida.

Todo termino con entre 500 y 1200 soldados muertos o heridos, el orgullo por el suelo y siendo el hazmerreir del Imperio Otomano, donde aun a día de hoy se cuenta esta historia como “la batalla que se gano sola”.

Pese al los múltiples intentos por parte de los austriacos por esconder lo que paso aquella noche, esta historia ha llegado a nuestros días gracias al historiador Antón Johann Gross-Hoffinger, al cual le agradecemos esta fantástica historia.

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