El término ‘whisky’ deriva originalmente del gaélico que se hablaba en las Tierras altas de Escocia “uisge beata”, o “usquebaugh”, que significa ‘agua de la vida’.

La historia del whisky escocés comienza con la primera mención escrita de Scotch, que fue redactada en un Exchequer Roll el 1 de junio de 1495 donde dice «A Fray John Cor, por orden del Rey, para hacer aqua vitae VIII cápsulas de malta» (unas 1500 botellas)

El whisky comenzó a circular por todo el país, provocando que los legisladores comenzaran a gravarlo con impuestos el año 1644, lo que causó un marcado incremento de destilerías ilegales en el país. Imaginaros que alrededor de 1780, había ocho destilerías legales en toda Escocia compitiendo contra más de cuatrocientas operaciones de contrabando.

En 1823, el Parlamento alivio las restricciones y junto con la invención de la columna de destilación en 1831, la popularidad del whisky aumentó de nuevo.

50 años después, en 1880, el whisky escocés se convirtió en un fenómeno mundial gracias a un nuevo insecto microscópico que se aprovechó de las vides de uva en Francia. Como el vino y el brandy se consideraban dos de las bebidas más populares del día, cuando la chinche de la filoxera comenzó a destruir viñedos en toda Francia, la producción de vino y brandy se detuvo casi de inmediato. Así, las puertas del mercado global se abrieron para los destiladores de Escocia y el whisky escocés se convirtió en la nueva bebida popular del mundo.